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Guía para prescindir de la cultura

Existe en mi tierra un dicho que dice ¨Todo lo bueno es pecado, engorda o es ilegal¨. Cuando uno se pone a pensar en esto, realmente es así. ¿Comernos un rico postre? Engorda. ¿Disfrutar de la vida siguiendo nuestras corazonadas? Irresponsable. ¿Disfrutar del sexo? Pecado. ¿Comer hasta saciarnos, y después dormir como hipopótamos? Pecado, capital. ¿Bailar hasta las 4 de la mañana? Ilegal, al menos en mi ciudad. ¿Emocionarse en un salón de clase por una buena nota, hasta el punto de bailar de la alegría? Prohibido. Prohibido. Prohibido. Todos pensamientos contra-vida, cansados y asqueados de vivir.

Cuando somos pequeños, se nos empieza a condicionar el cuerpo, y luego la mente. Se nos prohíbe reir, saltar, pelear, ser sinceros, gritar, llorar, dormir, y poco a poco se van introduciendo en nosotros normas de comportamiento, horarios y lugares en donde están permitidas ciertas cosas. ¿De qué manera le hacen daño estas cosas a los demás? Lo único que afecta son las estructuras mentales de todos, no el bienestar de nadie. No es extraño que cuando crezcamos no hagamos nada que no se nos sea ordenado o demandado por el soberano.


En psicoanálisis, la figura del padre no es necesariamente el padre biológico, sino la figura que impone los límites, que dice ¨hasta aquí se puede llegar¨. Entonces, el padre puede ser la Iglesia, la madre, el Estado, los modales, en fin, todos los dispositivos de control que buscan acabar con nuestra espontaneidad e inteligencia. Y efectivamente estamos en una sociedad patriarcal, controladora y represiva.


Existe un momento en la vida de cualquier persona en la que se cansa de seguir obedeciendo y siente que debe salir y hacer algo, un llamado a la acción. Toda su infancia siguiendo órdenes, y llega un día en que obedecer empieza a saber amargo. En esta rebeldía, el hombre se cansa de seguir las órdenes de otro hombre, su padre, y debe ¨asesinarlo¨. Existen dos formas de hacer esto. Una, peliando con nuestros padres y rompiendo los lazos con nuestra familia, sólo para encontrarnos que la sociedad cumple el mismo rol del padre, y caer en el antisocialismo. Sin embargo, sólo quien ha perdonado a sus padres por el condicionamiento que ejercieron sobre él, ha entendido que lo hacían por amor, que no podían evitarlo, y en ese momento realmente ha superado a su padre y es capaz de amarlo, pues sólo podemos amar a quien no necesitamos.


La otra manera, consiste en matar al padre de manera simbólica, es decir adquiriendo independencia intelectual y económica. Encontrando algo que nos haga valiosos no como una extensión de los logros de nuestro padre, sino por nosotros mismos, es decir, siguiendo este llamada a la acción y triunfando en el mundo en algo que sea importante para nosotros, un rito de paso que nos haga volvernos hombres.


Por toda la historia de la humanidad, los padres y los hijos no tenían una brecha generacional muy grande, pues existían familias completas, con padres que pasaban mucho tiempo con sus hijos y que desde pequeños los ponían a trabajar y a vivir vidas idénticas a las de ellos. El niño nunca tenía la oportunidad de cuestionar el estilo de vida, pues su tránsito de la niñez a la adultez ocurría con un rito de paso, y nunca conocía nada por fuera del mundo de sus padres.


Sin embargo, pasó en las sociedades industrializadas del Siglo XX algo excepcional. A partir de las luchas obreras, se concedió que el niño debía tener un periodo en su vida antes de entrar al mercado, en el cual pudiera estudiar: había nacido la juventud.


No fue sino hasta Woodstock y el Mayo del 68 que esta juventud se dio cuenta de sí misma como un momento en el cual no se es niño ni adulto, no se está en el mundo ni de Disney ni de Coca Cola, sino en el del Rock n´Roll. Con este nuevo mundo para la juventud, la sociedad creó un espacio reservado para que las personas pudieran estudiar, crecer, vivir y sobretodo, criticar a la sociedad misma. Sin los jóvenes, los cuales no tienen ninguna clase de compromiso con empresas o fuerzas económicas, no existiría la brecha generacional que hiciera que lo de ayer ya no aplicara a lo de hoy, no existiría una fuerza renovadora que fuera capaz de cuestionar lo establecido para renacer como sociedad. Es la vida misma dando paso a lo nuevo.


Entonces, nuestra misión como jóvenes, así sea una tarea mala, pecaminosa e ilegal, es cuestionar lo establecido, no por cuestionarlo sino por crear una sociedad mejor.

Si la cultura se vuelve una inversión de la vida, tírala a la basura!

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