Viviendo una vida de principios
Ronald Dworkin es un ejemplo de cómo el Derecho puede ayudarnos en la vida. Este abogado estadounidense es uno de los teóricos más importantes de la segunda mitad del siglo XX.
En su libro El imperio de la Justicia, Dworkin describe tres tipos de comunidades en las cuales puede existir un juez. Este autor defiende que los jueces deben implantar la moralidad de la comunidad política. Así como el juez, uno va por la vida y se enfrenta a innumerables decisiones, concientes o no. Por ejemplo, si comer o no un helado, si llamar o no al papá, en fin, cada acción es una decisión entre miles de opciones posibles, todo el tiempo.
El primer tipo de comunidad es la convencionalista. En esta, todas las decisiones se toman con base al criterio de que una decisión pasada así lo dijo. Por ejemplo, si las personas se reunieron en un momento para decir que iban a comer perros calientes todas los domingos por las noches, cada vez que llegue este día se recordará el pacto que hubo y por tanto se comerá perro caliente.
El segundo tipo de comunidad es la pragmática. En esta, no importa tanto los pactos del pasado como aprovechar las situaciones al máximo. Por ejemplo, digamos que se había pactado comer perro caliente todos los domingos por las noches, pero se descubre que si comen sandwich de mantequilla de maní se ahorrarán unos pesos, por lo que deciden cambiar de parecer sin mucho que lamentar.
El último tipo de comunidad es la de principio. En esta, cada decisión está permeada por el pasado y el futuro, pero lo que se tiene en cuenta es cual es la decisión que mostrará la mejor cara del derecho, en una historia continua de coherencia e integridad. En el ejemplo del perro caliente, la persona decidirá si quiere o no comerlo en el mismo momento en el que lo va a hacer, y seguirá su intuición sobre cual es la mejor manera de actuar en ese momento, con la información que tiene.
Todo esto es relevante por lo siguiente: en la vida, debemos tomar muchas decisiones, y podemos justamente hacerlo con alguno de estos tres focos. El primer tipo de foco es el conservador, vamos por la calle y nos dan ganas de tomarnos una cerveza, pero recordamos que hemos "pactado" que estamos en dieta, que beber alcohol es pecado o que tomar cerveza antes de las 4 pm es inaceptable. El segundo foco es el utilitarismo. Al ver que tenemos ganas de una cerveza, pensamos si no será mejor un jugo o un whiskey, qué tipo de cerveza será mejor, si sabrá mejor con un pan o con un pincho, etc, etc.
El problema con estos dos focos es que ninguno mira las cosas tal y como son. En el primero, se implanta una decisión DEL PASADO de una manera ciega, pues no hay nada del presente que pueda cambiar dicha decisión. En la segunda, lo que importa es la utilidad, la ganancia, y a lo que lleva es a divagar infinitamente sobre las posibilidades y mezclas de x, y, z. La primera es estúpida, la segunda es asquerosa. Además, cualquier máquina puede superar infinitamente al hombre en cualquiera de estas dos tareas: dale una función programada o asígnale la función de hacer un análisis de costo-beneficio, y seguro las hará mejor, pues son enfoques de una naturaleza mecánica.
Por esto, creo que debemos tomar la mayor cantidad de decisiones posibles con el tercer foco. Este, no es inmoral porque respeta la dignidad de las situaciones: cada situación es única y requiere de la total atención. En la decisión de comer el perro o no, el análisis será tan sencillo como, si estoy pensando en un perro caliente, es porque probablemente quiero comerme uno, o no? Lo que se mira es (en Ronald Dworkin) el "derecho vivo", que en nuestra analogía serían aquellos sentimientos, información o pasos que más nos suenan, nos llaman, nos parecen interesantes, ya sea por miedo o por curiosidad, no información muerta que no tiene ninguna clase de emoción. No importa ni la utilidad ni todas las limitaciones de nuestros "pactos" internos, sino que existe una situación nueva que hay para vivir, la cual hay que seguir según nuestras intuiciones si queremos movernos en este mundo con fiereza y goce.
