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Dios y la libertad humana: enseñanzas del Manifiesto Renacentista

En cualquier tipo de discusión que se tenga, sobre porqué el gobierno no aumenta el dinero para la educación, porqué tu hermana no ha limpiado el cuarto, porqué tu no has terminado algún proyecto viejo que tienes guardado, la última barrera es siempre la voluntad. Aunque nos escondamos detrás de argumentos como "tenía cosas más importantes que hacer", "no tengo tiempo", "se me olvidó", etc, la verdad es que si siguieramos argumentando y argumentando llegaría un punto en que el argumento que sostendría todo sería "porque quise".


Esto nos deja en una posición frente a la libertad que hace que sea necesario intentar explicar hasta qué punto somos libres, pues es lo que en realidad moldea todas nuestras acciones. Uno de los tipos de diferencias entre una máquina y un ser humano es que el primero es creado con un propósito, mientras que el segundo construye su propósito paso a paso. El primero está determinado y el segundo tiene la opción de elegir.



Además, el debate sobre la libertad también es un debate sobre Dios. Si existe un Dios que todo lo sabe, nuestras acciones y nuestra vida ya existe en el sueño de Dios por lo que simplemente somos actores que interpretamos un guión ya establecido. Es por esto que Sartre negó la existencia de Dios pues, si este existía, el ser humano tendría una esencia que limitaba su libertad de existir de la forma en que él decidiera, en lo que se conoce como el debate entre el existencialismo y el esencialismo.



Así que estamos en un debate que parece interminable, y frente al cual se ha intentado sin éxito dar muchos puntos finales. Giovanni Pico della Mirandola fue un joven humanista que dejó muchos textos incompletos y como genio del renacentismo se dedicó a varias profesiones con gran éxito.


Este joven escribió lo que se conocería como el Manifiesto del Renacimiento. En él, se encuentra el primer texto que habla explícitamente sobre la dignidad del hombre, y explica de esta manera la naturaleza humana:


Estableció por lo tanto el óptimo artífice (Dios) que aquel a quien no podía dotar de nada propio le fuese común todo cuanto le había sido dado separadamente a los otros. Tomó por consiguiente al hombre así construido, obra de naturaleza indefinida, y habiéndolo puesto en el centro del mundo, le habló de esta manera: Oh Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni un aspecto propio, ni una prerrogativa peculiar con el fin de que poseas el lugar, el aspecto y la prerrogativa que conscientemente elijas y que de acuerdo con tu intención obtengas y conserves. La naturaleza definida de los otros seres está constreñida por las precisas leyes por mí prescritas. Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te he consignado. Te he puesto en el centro del mundo para que más cómodamente observes cuanto en él existe. No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo, te informases y plasmases en la obra que prefirieses. Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en las realidades superiores que son divinas.

Este mensaje renacentista nos recuerda que Dios y la libertad no tienen que ser una contradicción, pues la misma naturaleza o esencia con la que Dios nos dotó fue la del cambio y la libertad.


Ahora, significa esto que somos totalmente libres? No, pues aun tenemos necesidades humanas como comer, descansar, encajar en un grupo social, y estamos en un ambiente que nos genera roles sociales como el de madre, padre y hermano. Somos tan libres como lo es un guitarrista mientras improvisa. La guitarra que tiene posee una configuración, existe una cantidad limitada de notas que puede usar y, si usa la incorrecta, sonará desafinado. Por esto, existe un ambiente cósmico, social, personal, etc, que nos dice en cada momento cuál es la nota más correcta que debemos tocar, y tenemos la libertad de escoger si tocarla o no, sabiendo que al no hacerlo nuestra acción será disarmónica y fuera de tono. Por más que quieras, no puedes saltar de un edificio y volar.


Por ejemplo, has sido invitado a una conferencia que va a dictar el secretario general de las Naciones Unidas. Siempre has creído que la ONU no sirve para nada, entonces decides que en medio de la conferencia vas a pararte y a gritar "asesinos!". Aunque tengas la libertad de hacerlo, tu acción no será melódica y te castigarán por ello. Talvés vayas a la cárcel o te arrepientas de no haber leído correctamente la situación.


Entonces, existe un camino que somos libres de tomar o saltar, pero que en todo momento nos habla a través de señales como la intuición, el pensamiento, los sentimientos, películas y conversaciones. Tu deber y libertad está en escucharlo y actuar con base en esto, o tomar otra vía aventurándote por un terreno que puede llevarte a resultados que sonarán muy mal.

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